Pablo Gonzalez

Mario Vargas Llosa el premio Nóbel que califica de "ignorantes" a los pobres

Viendo a Morante de la Puebla en la Maestranza de Sevilla, batallando contra todo lo que huela un poco a izquierda, viajando por el mundo, copando portadas de prensa rosa con Isabel Preysler o figurando como una celebritie más de los papeles de Panamá.


Así es como ha querido Mario Vargas Llosa volver a presentarse al mundo.

En su perseverancia por hacerse ver como cualquier-cosa-menos-escritor, el último superviviente del boom literario latinoamericano ha dicho que “los pobres no leen porque son ignorantes” y que “los ricos tampoco porque le dan poca importancia a la cultura y a la literatura, y también son ignorantes”.

Estas declaraciones se enmarcan en el contexto de la primera de cuatro conferencias de Vargas Llosa en la Universidad de Chicago (Illinois, EE.UU.) sobre “El escritor y sus demonios”.

Sus palabras, que venían a colación de la dificultad de ser escritor en un país como Perú, desprenden un tufillo de clasismo y prepotencia que es, como mínimo reseñable.

A pesar de ser cierto que Perú es el segundo país en el que menos se lee de toda Latinoamérica ( el 65% de la población no lee), los intentos gubernamentales apuntan a un cambio de paradigma: se han eliminado los impuestos a los libros para incentivar la lectura.

No deja de ser curioso comprobar dónde se contradicen las declaraciones del autor de La fiesta del chivo.

En la misma conferencia dijo que “Sartre me convenció de que con la vocación literaria uno no actuaba de manera despectiva sobre los problemas de la sociedad, sino que los cambios en sus orígenes eran siempre ideas”.

El error de citar a un referente y no actuar en consecuencia de su cita.

 Ya no es sólo que hable de manera despectiva de un grupo social desfavorecido, sino que también etiqueta con un atrevimiento despreciable a un alto porcentaje de la población peruana.

A Llosa, que en 2016 estaba entre las 30 personas más influyentes en el mundo de habla hispana según El País, le pasa un poco lo mismo que lo que dice Íñigo Lomana que le pasa a Felix de Azúa: “es un escritor que, a pesar de las terribles estupideces que dice en El País, hay que tener muy en cuenta porque escribe muy bien”. 

Aunque últimamente ni eso.

Entonces, igual hubiera sido más positivo para Vargas Llosa que éste hubiera valorado seriamente la segunda opción que plantea Javier Cercas: “Si se hubiera muerto o hubiera dejado de escribir con 33 años, cuando sólo había publicado La ciudad y los perros, 

La casa verde, Los cachorros y Conversación en la catedral, lo habríamos considerado uno de los mejores novelistas en español de cualquier época”.

Casi casi podríamos apurar hasta las ultimas novelas. Tanto Cinco esquinas como El héroe discreto supusieron un golpe terrible para su editorial en el Nielsen. 

Así que, como dice Peio H. Riaño, "Mario Vargas Llosa tiene millones de nuevos lectores pero ninguno compra sus novelas".

Caído el Nobel y deshabitadas las estanterías, bienaventurado sea el que copa las portadas de las "revistas del corazón"


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